HISTORIAS DE UNA IDA Y UNA VUELTA, POR RAMIRO BOLSACHON
CAPITULO 13
Llegué a "Nardos Suplicantes".
Era la Próxima gran ciudad.
Anduve un rato por la Pirindante calle principal.
Estaba llena de Viejas en Tangas y Negras refulgentes.
Había también algunos nenes Cadarsicos y unos viejos Apesumbrados.
-Negras de mierdaaaaaaaaa!- Grité con éxtasis.
Mientras avanzaba escupía a la mayor cantidad de especímenes como mis glándulas salivalósticas me lo permitían.
Una negra particularmente oscura intentó en un acto de cobardía extrema tocarme.
Como yo estaba en mi asiento grasiento de la camioneta de cachalote, a unos 2 metros del suelo, no lo logró.
Pero esta muestra de Insurrección debía de ser castigada.
Y, a falta de un Juez de leyes Divinisticas, yo era la persona que encajaba a la perfección.
Saqué un Galáctico Fusil y le volé la cabeza a la negra.
Ésta se tambalió con arrogancia y cayó de Bruces.
Quedó ahi tirada.
Como un repollito.
Los demás Transeútes Se alejaban con sus alcachofas debajo de sus brazos, a salvo de mis ideologias justicieras.
Pero eso no era importante.
Tenia hambre.
Divisé un Jamón.
Me le acerqué.
Comenzó a rodar rápidamente y se metió en un restaurant con Patas.
Lo seguí.
La hambruna me nublaba el juicio.
Putié cuatro negras de mierda en el camino.
Les metí un saque ponderoso a dos viejos rengos, los derribé con facilidad.
Llegué a tiempo para ver como la puerta se desvanecía para permitirme el paso seguro.
Si bien pisé unas Naranjas, todavía estaba allí, asi que me adentré en el pulposo clima del restaurant.
Empujé la cabeza de alguien, contra un plato lleno de Cardos agonizantes mientras caminaba trabajosamente.
Casi al mismo tiempo el jamón se metió como una exalación por una puerta con un tarro limosnero.
Me acerqué a la puerta y afané con astucia las limosnas.
Me devoré con absoluta redención la puerta.
Entré por el orificio desprovisto de Aberturas.
Adentro estaba, en un rincón y respirando con dificultad pulmonar, el Jamón.
Ya no podría seguir escapando.
Me acerqué.
Intentó esquivarme como si fuera un Carbón Candente.
Con un movimiento de mi boca, mas certero que un Grillete, le di caza.
Lo comí de 3 dentelladas, mientras él maldecía con vehemencia.
Al terminar me escabullí como un delicado ciervo por una ventana Dominical que, oportunamente, allí se encontraba.
Feliz de haber saciado mi Pretenciosa hambruna, me alejé.
Zapatiando y golpiando Viejas en Tanga de vez en cuando.