HISTORIAS DE UNA IDA Y UNA VUELTA
Ésta semana no es demasiado fácil, a pesar del perfeccionamiento :D
Así que no hago dibujos :(
Contentense con ésto o lloren en su más profunda arrolladura :\
HISTORIAS DE UNA IDA Y UNA VUELTA, POR RAMIRO BOLSACHON
CAPITULO 8
La Ardulante Parafernalia se consumía mientras yo llegaba a Pancho Dotto.
Era un ciudad relativamente pequeña y Linfática.
Como la Correa de Distribución no estaba rota, encontré la calle principal en seguida.
Caminé unas cuadras Malosas y di de lleno contra lo que parecía ser un mercado de Andaluces.
Busqué un kiosquito.
No había.
Busqué un almacén.
No había.
Pero oh!, que afortunademnte rábano soy!.
Allí, a mi derecha una reluciente puerte Daltónica refulgía en la preocupante oscuridad.
Supuse que allí venderían Coca Colas.
Me acerqué.
Una voz pareció salir de la puerta misma.
-Contraseña- exigió con un mordaz tono de Maniacolítis.
-La PIN-DON-GA- le mandé con sal.
La puerta hizo un chirrido absolutamente Narcótico.
Pensé que la había Rotado toda.
No fue así.
Se abrió roñosamente, en medio de destellantes nomenclaturas.
Un viejito me ordenó que pasara y se tiró al piso a llorar.
Caminé unos cuantos metros de pulgadas y di con otra puerta.
Ésta estaba asustada.
La abrí con congoja.
Adentro era una sala espaciosa.
Tenía un gran balcón que daba a la populiante calle.
Un Paropéndulo me preguntó qué carajo quería: -Qué carajo querés, malondirante!?-.
-Busco una Coca de Medio litro, tenés?- aseguré con cara de matador sónico.
-Puede ser-
-Ay daleee boludaaaaa, soy reeee top!- Exclamé muy muy inseguro.
-Está bien. Son 36 mangos!- me ordenó con voz autoritaria.
Me di vuelta para huir con la Coca, pero esta vez no iba a poder ser.
4 Viejos Desgastados pululaban con la Darlina, amenazándo con hacerme puré de papas si no entregaba.
No tuve opción.
Desenbolsé y me largué con la Coca bajo el brazo.
Me dirijé en medio de Mandolinas Sacarronas a Pancho Dotto.
Como la R estaba en el Cénit, supuse que era la plaza que estaba en el medio del mercado Análogo.
Me senté al borde de una fuente, que en realidad no era tal cosa.
Entre la gente que pasaba flotando divisé un Surubí herido.
No me importó.
Destapé la Cocucha y le di duro.
Sólo cuando faltaban 4 segundos para terminar los 30, acabé.
Me incorporé.
Una sonrisa se dibujo ramolonamente en mi cara, al lado de las melocotosas insinuaciones.
Corrí rápido hasta el fondo de la calle.
Había un hombresucho al lado de un globo aerostático de agua hirviendo, tirado, ciego, mirando al cielo.
Le propiné una golpiza de Novela Venezolana.
Nunca pudo saber quién lo atacó, era ciego.
Tuve suerte.
Le saqué las llaves, en un arrebato de heroica actitud.
Me subí al globo y arranqué.
Volvería a Sartarian Postre.
Debía hablar con la Arpulleta Destrabada.