HISTORIAS DE UNA IDA Y UNA VUELTA
HISTORIAS DE UNA IDA Y UNA VUELTA, POR RAMIRO BOLSACHON
CAPITULO 10
Al final de la calle me bajé de la carretilla afanada.
Toqué la cocaína, estaba madurita, debían de ser las 8:00.
Sentía un dolor Hipertomasfáltico en el orto.
Tantas horas sentado en una cajita loca recibiendo Golpezuelos histéricos al quebrantar cabecitas no me había hecho nada bien.
Miré hacia arriba.
El edifico No recto de la Arpulleta Destrabada se perfilaba imponente ante las demás andrajosas construcciones de Sartarian Postre.
-Puto- Alguien vociferó cornúdicamente.
Me di vuelta.
No contenta con llenarme de chocolate y humillarme un cacho, Victoriannn Floriannng venía a por más.
Intenté disimular y escabullirme como un Taránpido.
No lo logré.
victoriannn me cazó con una red Nórdica y me llevó Altamente al edificio de la Arpulleta.
Subimos los 8 pisos.
Bajamos los 5.
Enfilé hacia la ventana grande.
Allí, en todo su esplendor dinámico, entre Morontes danzantes, se encontraba la majestuosa Arpulleta Destrabada.
-Hola, su gracia- Me animé a decir.
-Bien Ramiro, cumpliste con el designio- Contestó ésta con autoridad Magna.
-Muchísimas gracias consternadas- Solté rápidamente, temiendo ser demasiado orgulloso a los ojos de la Arpulleta.
-Bien, tus deberes están hechos, no tengo Latosa Urgente-
-Que el mismísimo Dios bese su culo, mi Gracia-.
-Eres educado, Ramiro, llegarás lejos. Ahora vete, continúa tu aventura sarcástica, y si necesitas algo puedes acudir a mí-.
-Estoy más que agradecido saltamontemente, mi Gracia-.
-Vete-
-Si, señor!-.
Bajamos en un roto suspiro con Victoriannn.
Una vez abajo agarré una Papurnica que pasaba y la quebré.
Se desvaneció en el aire como una Tradicional Parasética Reformada.
El cuadro que presentaba la ciudad era el normal en un día sin pena ni gloria como aquel.
Las Nárnicas Señoritas chupetiaban Tazas Adoquinadas, mientras que los Señores Caballescos corrían Lúdicamente.
Miré a Victoriannn.
-Agacháte- Me aclamó.
-Qué?- Respondí como una Tusla.
Tarde, había vuelto a suceder.
Una taza me dio de lleno en la Cuenca de la nuca.
Me desmayé casi de inmediato.
No sin antes escuchar la voz de un Petiso Fúrico, Reberberante y Multático: -Comela, Botón!-.
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