jueves, agosto 09, 2007
miércoles, agosto 08, 2007
Duende 2
Aburrido como estaba, me puse a dibujar...un duende :D
Cumplí 18 años de la mejor manera posible, dibujando y pintando ^-^
Casi ni me doy cuenta... gracias a dios el celular se acordo y me lo recordo.... que dulce ese celular =)
Bueno, chau
pdta: no quedo tan lindo el duende ¬¬
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lunes, agosto 06, 2007
HISTORIAS DE UNA IDA Y UNA VUELTA
Bueno, lean este capítulo mientras intento dibujar algo... si tengo tiempo... entre la DS y el HP 7 se me complica todo XD
(ahhhrrre que la escuela no improtaba....ES VERDAD, LA ESCUELA ME IMPORTA UN CHOTO!)
HISTORIAS DE UNA IDA Y UNA VUELTA, POR RAMIRO BOLSACHON
CAPITULO 14
Con la panza llena y la frente en alto, me deslicé con dulzura por las calles atestadas de Negrafasmos.
Una vieja en Tanga intentaba remolcar un colchón de telgopor hacia un orificio en una pared.
Éste, debía de ser lo que los Astutos pueblerinos denominaban con orgullo: "Casucheta".
No podía darme el lujo de quedarme sin participar de la Contienda.
Me acerqué.
La Vieja en Tanga sudaba.
Yo no.
Ésta no me veía para nada.
Saqué con cuidado un palo Luminoso de la Basura Retórica, cerca del agujero sombrío.
Abaniqué con felicidad, y tras el sibilante y hermoso sonido que describe la trayectoria de un Palo Luminoso cuando corta el aire, atiné.
Impacté en el parietal izquierdo de la Vieja en Tanga.
Se tambalió.
Por las dudas, abaniqué nuevamente, volví a acertar.
Esta vez en la parte posterior de su desvergonzado craneo.
Finalmente la vieja en Tanga cayó de Bruces, desplazando una nube de polvo.
Sistemáticamente escondí el magullado cuerpo entre la Basura Retórica, seguro de que se conservaría altamente.
Procedí, entonces, a inspeccionar la Guarida Despelotada.
Me agaché como un Enano de jardín y me incursé en la negrura.
Dentro no podía ver mucho.... claro, la vieja era negra, desde ya.
Salí de inmediato, al escuchar un sonido rancio...
Aquél sonido no era más que una especie de ritmo nefasto que describía los despampanantes sucesos que ocurrían en los barrios pobres.
Sabiendo que la negrura se acercaba, atraída por el olor a descomposición un individuo apestoso, de su deforme status social; me alejé tan rápido como mis Pumpulantes extremidades me lo permitían.
No quise tomar riesgos inncesariamente al pedo.
De esta forma puse cara de pócker y afronté la calle principal.
Si actuaba como un Negro apestoso, nadie se daría cuenta que, segundos antes, había aniquilado de forma completamente arbitraria a uno de sus compatriotas Negros y Sucios.
Una Vieja entangada me miró feo.
Le devolví la mirada con un escupitajo de por medio.
Gracias a la Cortineta que no se calentó.
Sigió su camino con la cabeza entre las piernas, mientras sollozaba.
Me alegré.
Tenía que salir de esa Voluptuosa ciudad cuanto antes, o debería contratar a la Roca Loca para que me sacase en la Camilleta.
Opté por la primera opción, la Roca Loca estaba cobrando un ojo del culo.
Busqué la camioneta que había robado con Ansias.
No estaba.
En su lugar, yacía un viejo despellejado.
Cuando me acerqué me dijo: "mi familia ya no me quiere"
Lo patié.
Era mi deber, sin duda alguna.
Realizó un pequeño gemido y calló, tal vez para siempre, tal vez no.
Al ver concluída de forma definitiva mi divina tarea en aquel basural, me dirigí a tomar un tren.
Caminé de forma entrecortada y rapida.
No quería que me olfatearan las pelotas un par de negros, supuse que sería una experiencia completamente ajena.
Corrí los últimos metros.
El tren ya estaba alejándose de a poquito, con absoluta soberbia ante los Negros Pobretones, bien oscuros.
Salté por encima de la cabeza del pelado que controlaba los boletos.
Mientras cruzaba los cielos, saqué mi miembro y oriné con una Referencial puntería en su brillante superficie.
Una vez dentro, me escabullí como un colibrí al primer compartimento que encontré.
Desde allí observé como el pelado corría alegóricamente al lado del trencito, vociferando cosas inaudibles.
Yo, muy feliz, me contoneaba con Descaro en la ventanilla, para enfurecer el calvo viejito.
Funcionó.
En un arranque de locura, el Abominable hombrecillo intentó en vano alcanzar la puerta ya cerrada del tren en movimiento.
Rebotó contra ésta y cayó.
Rodó unos metros como si fuera un Niño Envuelto y ahí se quedó.
Aproveché y saqué de vuelta mi pichinga y rocié con gracia el desvenciajdo cuerpecito del pelado.
Luego me recosté, en mi absoluta Delicia, sobre el asiento mullido.
Me dormí.
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